La “G” asegura el cumplimiento de los pilares “E” y “S”, dado que integra sistemáticamente el enfoque ESG desde el directorio y la alta dirección. Además, está relacionada con la toma de decisiones estratégicas, el control de riesgos y la lucha contra la corrupción, factores que son claves para el futuro de los negocios. Es decir, ESG es un todo inseparable.

El cambio climático puede causar daños físicos que comprometan la operación de la empresa, así como un impacto asociado a los vaivenes del mercado por la transición hacia una economía verde. Además, puede afectar la economía y las preferencias de los consumidores, y, por ende, la compra de productos y servicios. El riesgo climático es amplio y debe considerarse.

El impacto de la empresa en la sociedad incluye a sus colaboradores. Por ello, la dirección de gestión de personas es clave para la transformación ESG de la compañía. Debe liderar la cultura de sostenibilidad y las políticas de género, diversidad, inclusión, wellbeing, etc. Así, se logrará tener una compañía más atractiva para el talento y con mejor reputación.

Una estrategia de ESG debe incluir a los stakeholders para llegar a las metas ambientales, sociales y de gobernanza, pues la magnitud de los retos para alcanzar el desarrollo sostenible requiere de un esfuerzo colaborativo. Con mucho más razón, si consideramos que la mayor cantidad de emisión de gases contaminantes para el ambiente ocurren a lo largo de la cadena de suministro.