PABLO PANIZO JANSANA
24 de mayo de 2023

Una empresa que no toma en cuenta los riesgos a su alrededor es un negocio que avanza a oscuras, incapaz de prever peligros. La pandemia fue un ejemplo aleccionador: generó que, entre el 2019 y 2020, el porcentaje de empresas peruanas con áreas de Gestión de Riesgos implementadas pase del 46% al 56%. Tres años más tarde, otro factor gravitante podría (y debería) seguir impulsando el desarrollo de estas áreas: el cambio climático.

“No identificar los riesgos físicos y de transición relacionados al cambio climático es el equivalente a tapar el sol con un solo dedo”, sostiene Javier Perla, gerente de Servicios de Sostenibilidad de SGS Perú. “Las empresas, en su día a día, toman decisiones. Para eso necesitan información de calidad, así como tener un ojo en el presente y uno en el futuro. Cualquier empresa que no tenga una mirada en el futuro, podrá tropezar y algunas caídas pueden ser muy dolorosas”.

¿Qué son los riesgos físicos y de transición?
En el primer caso, hablamos de todas aquellas amenazas que se presentan por la variación en las temperaturas habituales, motivadas por el calentamiento global. Se trata de inundaciones, huaycos y sequías extremas, por ejemplo, además de todo lo que estos eventos pueden generar, como escasez de pesca, muerte de ganado, interrupción de vías de comercio o migración forzada. 

Por otro lado, cuando hablamos de riesgos de transición, hacemos referencia a aquellos que se generan por la necesidad de generar una ruta hacia la descarbonización de la economía. Entre ellos, podemos citar la aparición de nuevas regulaciones públicas, las variaciones en el mercado (motivadas en parte por las nuevas exigencias de los consumidores) o la evolución hacia tecnologías limpias. 

“Los países buscan contribuir a la lucha contra el cambio climático y, por ello, están imponiendo instrumentos económicos como impuestos al carbono o sistemas de comercio de bonos para regular las emisiones de diferentes industrias”, explica Emilia Rivadeneira, Subgerente de Asuntos Corporativos de LATAM Perú. 

En el caso de la aviación, el reto de mitigar las emisiones de carbono es especialmente difícil en Sudamérica, donde no se produce combustible sostenible de aviación (SAF, por sus siglas en inglés). Este combustible es capaz de reducir hasta en 80% las emisiones de CO2 de la industria aeronáutica comercial, según la International Air Transport Association (IATA).

“Se deben superar obstáculos como la regulación, la tecnología, la innovación, la producción, la cadena logística y los costos”, explica Rivadeneira, consciente de que, para que LATAM cumpla con su meta de ser carbono neutral para el año 2050, la disponibilidad de SAF es fundamental. Se trata de un reto que Rivadeneira plantea como “una oportunidad para trabajar con los gobiernos”, con miras a regulaciones “adecuadas y oportunas que permitan avanzar en la producción de combustibles sostenibles”.

En paralelo a los esfuerzos por promover el SAF, LATAM trabaja con un esquema de compensación de emisiones basado en “proyectos de reforestación y conservación de ecosistemas en zonas estratégicas de la región, considerando la mejora en la calidad de vida para las comunidades que las habitan”, comenta Rivadeneira. Como parte de estas iniciativas, la aerolínea ha lanzado ‘1+1 Compensar para Conservar’, un programa que ofrece a los pasajeros de la aerolínea compensar su huella de carbono y se compromete a igualar cada tonelada de CO2 compensada por sus clientes.

Mitigar los riesgos del cambio climático es una tarea que compete a toda la sociedad en su conjunto, aunque las mayores responsabilidades están del lado del gobierno, encargado de impulsar las medidas necesarias, y del sector privado, en donde se espera un compromiso real. “Se estima que, para implementar el 85% de medidas de mitigación a las cuales el Perú se ha comprometido en el marco del Acuerdo de París, se requiere del involucramiento del sector privado”, aseguran fuentes del Ministerio del Ambiente (Minam). 

La misma mirada tiene Javier Perla. “La política nacional puede marcar la pauta, pero la reducción de emisiones de gases efecto invernadero ocurre en las actividades, en la economía real”, explica el gerente de Servicios de Sostenibilidad de SGS Perú. “Sin empresas que tomen conciencia de que estamos jugando el partido de fútbol más importante, porque está en riesgo la supervivencia de la civilización (y, con ello, la supervivencia de las empresas), no la hacemos”.

Como sucede con todo tipo de riesgos a los que está expuesta una empresa, los derivados de la crisis climática deben ser analizados e incluidos en la estrategia del negocio, algo que ya es una tendencia en el mundo, según Perla. “Lo primero que recomiendo a las empresas es integrar los riesgos climáticos en su análisis de riesgo estándar. No es un tema ambiental, es más bien un tema netamente de continuidad del negocio”. 

Esfuerzos desde el sector público
En noviembre de 2019, el Minam lanzó Huella de Carbono Perú, una herramienta que permite a las organizaciones gestionar sus emisiones de gases de efecto invernadero. A la fecha, según este ministerio, 580 organizaciones han medido su huella. De ellas, 139 han pasado por un proceso de verificación a cargo de empresas certificadoras, de forma que se comprueben que los cálculos hayan sido correctos. Además, 48 organizaciones han podido reducir su huella de carbono y 20 de ellas han logrado neutralizarla.

“Si nos referimos al universo de empresas formales, podemos observar que hay una mayor participación de las organizaciones grandes que de las de menor tamaño, debido a los recursos humanos que se deben tomar en cuenta”, comentan desde el Minam en relación al uso de Huella de Carbono Perú. No obstante, sí encuentran una participación importante de empresas pequeñas en algunos rubros específicos, como el comercio, la hotelería, los restaurantes y los servicios administrativos y de apoyo.

Además de esta iniciativa, el Estado ha ejecutado otras medidas que pretenden encauzar las empresas hacia la descarbonización, como el Decreto Supremo n° 003-2022-MINAM, que declaró de interés nacional la emergencia climática, así como la creación del Grupo de Trabajo Multisectorial para impulsar inversiones en Hidrógeno Verde, que busca contribuir al cambio de matriz energética en el país. 

A la vez, el Minam trabaja una taxonomía de finanzas verdes que busca facilitar “la identificación de proyectos, activos y actividades que contribuyan a resolver los desafíos ambientales como el cambio climático, la conservación de la biodiversidad y la contaminación ambiental”, según dicho ministerio. En paralelo, la misma cartera diseña la Estrategia de Financiamiento de Medidas Frente al Cambio Climático. 

Con miras a la meta de neutralidad de carbono en el país para 2050, también se está actualizando la Estrategia Nacional ante el Cambio Climático, impulsada por la aprobación en junio de 2021 del Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático del Perú. En la elaboración de este plan participaron representantes de todos los sectores de la economía y fue sometido a un proceso de consulta pública. Guiados por estas directivas, algunos sectores ya han presentado propuestas de adaptación al cambio climático, destaca Perla. “Muchos de estos sectores saben que no adaptarse es un enorme riesgo, sobre todo las actividades económicas que son muy sensibles al clima, como agricultura, pesca, agua y salud, entre otras”, subraya.